lunes, 29 de marzo de 2010

Buena gente y Caipirinha

Este mes de marzo he impartido un curso de Master en la Universidad de Sao Paulo (USP). La Universidad es de un tamaño proporcional a la ciudad de Sao Paulo que tiene unos veinte millones de habitantes. En concreto, sólo el Instituto de Física ocupa un espacio parecido a todo el Campus de Guipuzcoa de mi Universidad. Las dimensiones de Sao Paulo no son comparables con lo que estamos acostumbrados en Europa y mucho menos en nuestro pequeño País Vasco. Así que el tamaño del lugar fue lo primero que me impresionó. La ciudad de Sao Paulo en realidad es un conjunto de lo que nosotros llamamos ‘ciudades’ con una gran desigualdad económica y social. Hay zonas donde uno se puede encontrar las tiendas de moda más elegantes y caras, y en otras sin embargo, se puede encontrar a la gente tirada en la calle.

Otra sorpresa de la visita ha sido el notable desarrollo de la Universidad de Sao Paulo en cuanto a recursos económicos, equipamiento y gente preparada. La imagen que he percibido en la USP no es la de un país subdesarrollado. Está por encima de la gran mayoría de países Latinoamericanos. De la persona que me invitaba ya conocía su buen hacer profesional, pero la agradable sorpresa ha sido que el alumnado del Master también estaba bien preparado y dispuesto a recibir todo aquello que supusiera avances en su tarea profesional e investigadora. Si a ésto le añadimos que todas las personas con las que he tratado en la USP han sido amables mucho más allá de lo estrictamente profesional, surge la primera parte del título de esta entrada “Buena Gente”.

Como no podía ser de otra forma he indagado sobre vinos, obteniendo un resultado más bien pobre. Los vinos Brasileños deben seguir evolucionando y dejar de primar la producción frente a la calidad. En la zona de cultivo de vino en Brasil es normal que realicen tres cosechas al año, sometiendo a la viña a un rendimiento excesivo. Sin embargo, mi anfitrión y otras dos profesoras del departamento me han descubierto los placeres de la “Caipirinha”. Así pues, no me cabe más que adentrarse en terreno desconocido, dejar por esta vez, de hacer catas de vino que es lo mio y arriesgarme a opinar sobre este mágico coctel.

La Caipirinha es un coctel con limón brasileño, azúcar, hielo y Cachaça. El limón se corta en cuartos, se pone en el vaso y se exprime delicadamente con un mortero apropiado para no extraer el gusto amargo de la cáscara y sí el jugo del limón. La Caipirinha se hace en vaso individual así que es fácil hacerla al gusto del consumidor. Se suele presentar con una pajita, ya que el secreto de la "Caipirinha" está en beber el líquido de la parte inferior del recipiente, pues todo el jugo del limón y el azúcar se sitúa al fondo y poco a poco se va mezclando con la cachaça. Como dice mi anfitrión aparte del limón, el secreto está en la Cachaça que se pone. La Cachaça, es el producto de la destilación del jugo fermentado de la caña de azucar con una concentración de alcohol entre el 35% y el 51%. Él me invitó a degustar excelentes aguardientes de diferentes partes del estado de Sao Paulo.

El olor y sabor de la Caipirinha varía notablemente con la Cachaça que se pone. Por ello, las notas de cata se van a referir a una Cachaça de primera prensada, floral y perfumada, que no ha tenido envejecimiento en madera. Así la Caipirinha ofrece un profundo aroma a cítrico, mezclado con matices florales de la Cachaça. Los sabores cítricos y ácidos equilibrados con el azúcar y la potencia de la Cachaça convierten a la Caipirinha en una bebida sumamente compleja, para disfrutar en buena compañía.

Yo añadiría que la temperatura a la que se bebe es también fundamental. Nosotros las degustamos a una excelente temperatura ambiente de 25-30 grados en el comienzo del otoño de Sao Paulo. A esta temperatura el cuerpo está dispuesto a apreciar el contrate entre el hielo de la Caipirinha, la acidez del limón y la calidez del aguardiente. Absolutamente recomendable.

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